que sufría un cancer terminal. Y que ahora, de manera resumida, cuelgo por aquí como justo y necesario homenaje al maestro.
Que descansen en paz, ya de una puta vez, las almas libres.Se nos va Oliver Sacks. El mismo lo ha anunciado hace pocos días, a través de su habitual colaboración en el New York Times.
El, es una de esas personas a las que tengo mucho que agradecer, no solo por ser uno de los artífices de que en este momento me halle escribiendo aquí, sino también por la gran influencia que ha ejercido sobre mi en la práctica clínica. En mi camino recorrido hasta ahora.Me enseñó a tener otra mirada sobre los pacientes. Me enseñó que se podía y debía observar a niveles mas amplios (y a menudo profundos) de lo que yo en mis inicios, hacía. Amplió mi percepción acerca de la estrecha relación que existe entre mente y cuerpo. Sobre la necesidad de poner el cerebro, y su funcionamiento complejo y singular, en el centro de todo, en el centro de nuestro comportamiento. No en vano, Sacks, estaba influenciado por las narraciones clínicas de Luria, un “monstruo” de las funciones superiores, con también poca afinidad por el pensamiento mecánico, a quien Oliver admiraba y con quien mantuvo una intensa correspondencia.
Sacks tiene una mirada en positivo sobre las personas, y por ende la enfermedad. Una cosa es la enfermedad, o la lesión en si misma, y otra cosa lo que eso produce en la persona, o su mente, si lo prefieren. Considerando que mente es un concepto que abarca al yo y su proyección al mundo.
Y de ahí, nosotros estamos obligados a extraer conclusiones valiosas acerca de como enseñar a afrontar a los pacientes sus “discapacidades” o mejor dicho, como enseñarles a optimizar sus capacidades. Habilitar…
Oliver Sacks, probablemente sin saberlo, también contribuye a la normalización lingüística en lo relativo al uso del término diversidad funcional.
Y desde ese punto de vista, Sacks resulta radicalmente desmedicalizador. Se muestra siempre primero como persona, y después como médico. Hablamos del Dr. Sacks, neurólogo, que retira la medicación a su paciente con Síndrome de Tourette, porque al mejorar éste de sus síntomas, y adquirir una “nueva” conducta motora, pierde su identidad y su vida se convierte en anodina y sin significado. Actuando casi contranatura de la condición médica que la praxis clásica otorga.
Es, en mi humilde opinión, esta y no otra, la gran virtud del autor, cuyo mérito literario, aun siendo muy significativo, resulta menor. La idea de Sacks se construye de manera practica y clínica sobre las teorías del modelo biopsicosocial. Son el ejemplo práctico de este enfoque en salud. Como única alternativa para conocer en profundidad el cerebro y comportamiento humano.
Y de alguna manera fue el, quien me abrió la puerta, o me dió la licencia para traspasar la puerta con mi mochila cargada de pensamientos sobre la humanización de los cuidados, la mirada integral sobre la enfermedad y la persona, el amor y la fraternidad, como fuerza que todo lo mueve. Y las ganas de consagrarme a ello.
Siempre he creído que las respuestas a los problemas de nuestros pacientes se hallan en nosotros mismos, en nuestra observación interior profunda, que por extensión es la del resto de la Humanidad, e incluso la de la propia Naturaleza.
Cuando Sacks divaga sobre sus pacientes está divagando sobre si mismo, conformando un uno a la hora de explicar como somos. Sacks examina a sus pacientes, se examina a si mismo y lo escribe para contárnoslo, incitándonos sibilinamente a hacer lo mismo, y a promover siempre el cambio.
Por eso podemos quedarnos tranquilos al leer este que es, uno de sus artículos póstumos. Por el sentimiento de paz que transmite, de grandeza al encarar el quizás misterio mas insondable e irreversible que supone para los hombres la muerte. Algo que a el mismo le resulta apasionante. Muere con las botas puestas al describir sus últimas reflexiones. Sigue en sus trece.
Y, en sus palabras, una de las ideas mas bellas que en esta carta transmite, es que, cuando ya no te queda ni tiempo para vivir, uno se aferra a los detalles, y actitudes mas esenciales. Tirando de sentimientos universales, de recogimiento, de intimidad para con la vida, con los tuyos, para contigo mismo: amar, escuchar o hacer música, conversar, ser uno mismo… Y aunque sea en el postrero final, en las dichosas lindes del fin, sentirse en unidad con un todo. Como el mismo dice: en consciencia de unidad.
Sacks se muestra lúcido antes de su muerte. Sacks apuesta por la vida.
Gracias Oliver.
David Sánchez Caballero. MEB.
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